Empresas fabricantes

Pese a las quiméricas predicciones del gobierno, aún arrecian los vientos de la crisis. Los índices de desempleo amenazan con no revertirse y el sector industrial trata de capear a duras penas el temporal. Sin embargo, de la capacidad de aguante y de la robustez económica de estas entidades fabricantes, muchas de ellas englobadas bajo la etiqueta de pequeña y mediana empresa, depende en buena medida la conservación de los últimos rescoldos de resistencia para un importante sector de la producción nacional y para miles de trabajadores a ella asociados.

Pese a las quiméricas predicciones del gobierno, aún arrecian los vientos de la crisis. Los índices de desempleo amenazan con no revertirse y el sector industrial trata de capear a duras penas el temporal. Sin embargo, de la capacidad de aguante y de la robustez económica de estas entidades fabricantes, muchas de ellas englobadas bajo la etiqueta de pequeña y mediana empresa, depende en buena medida la conservación de los últimos rescoldos de resistencia para un importante sector de la producción nacional y para miles de trabajadores a ella asociados. Se trata de empresas que probablemente no figurarán entre los campeones de España, destinados a portar y defender la marca del país en el ámbito internacional, y sus objetos de producción pueden resultar de lo más insospechado, pero gracias a su solidez estructural se erigen como auténticos baluartes inamovibles en estos años de oscuridad y mal tiempo.

El poliéster, resistencia duradera

El poliéster es el material con el que se construye el mundo. Es el lazo de unión entre ámbitos tan distantes como la industria naviera, la construcción de automóviles, el arte de la alta costura y el prèt a porter, las aplicaciones biomédicas e incluso la manufactura de juguetes infantiles. Versátil, resistente y duradero, cada segundo se producen más de ocho toneladas de poliéster, lo que significa unas cuarenta y dos millones de toneladas anuales. Su rendimiento económico está fuera de toda discusión.

A pesar de que sus componentes se habían desarrollado ya a lo largo del siglo XIX, no es hasta 1941 cuando el poliéster se transforma en una de las principales fibras de origen químico dentro de la poderosa industria textil. La razón, un dechado de múltiples virtudes: su resistencia al desgaste temporal, su elasticidad a prueba de desgarros, su impermeabilidad frente al agua y a los agentes naturales, su inmutable estabilidad frente al arrugado, el ínfimo coste de su elaboración y su carácter respetuoso con el medio ambiente, ya que es un material fácilmente reciclable mediante el fundido. Comprueben la etiqueta de la camiseta de su equipo de fútbol favorito, verán cómo se encuentra tejida a partir de comunes envases de plástico.

Con el tiempo, la aplicación de este versátil material se ha ido expandiendo hacia otros sectores industriales, configurándose como un elemento imprescindible para numerosas empresas de diverso tamaño y sector de producción, destinado como veíamos al comienzo a actividades de relevancia estatal y, también, a la realización de objetos destinados al consumo cotidiano de la población. Entre estos últimos, cabe destacar el empuje reciente que ha cobrado la fábrica de piscinas de poliéster.

Las piscinas de poliéster permiten disfrutar en su propia residencia de un verdadero artículo lujo en el escueto plazo de cuatro días. Convertirse en la envidia de los vecinos o revalorizar el valor inmobiliario de la vivienda se encuentran a un breve paso y asequible de distancia. Mientras que las piscinas construidas mediante obra implican una instalación extensa en el tiempo y costosa en lo económico, las piscinas con mezcla de poliéster y fibra de vidrio, ya prefabricadas y disponibles en una amplísima gama de formas, tamaños e incluso colores, perfectas para adaptarse a cualquier espacio, ambiente o gusto particular, dividen entre cinco el tiempo requerido para la instalación, reducen la necesidad de mano de obra, abaratan el coste total del proyecto y provocan un impacto notablemente menor en el entorno del recinto. Además, el carácter higiénico del material garantiza la perfecta salubridad del agua, así como su calidad posterior, su limpieza y su temperatura constante. Como valor añadido, cabe destacar también el descenso del gasto en cuanto a tareas de mantenimiento y en la reparación de los consecuentes desperfectos derivados del uso de la instalación. Ni siquiera es necesario el tradicional control del casco cada cuatro años gracias a la perfecta estanqueidad que ofrece el poliéster.

 Motorreductores: velocidad bajo control

Elemento fundamental de todo ingenio mecánico, el motor se encuentra al fiel servicio de la máquina en la cual se integra. Como su núcleo y soporte vital, equivalente en sus funciones al corazón en el cuerpo del hombre, el motor debe ajustarse con absoluta precisión a las condiciones físicas y mecánicas de ese mismo equipo que lo recubre. Como en el ser humano, toda arritmia es perjudicial, ya sean taquicardias por exceso o braquicardias por defecto. Siguiendo esta idea, los motorreductores y los motores reductores de velocidad presentan un recurso eficaz para desempeñar la tarea de regular el ritmo cardiaco de la máquina, es decir, la estabilidad y el equilibrio mecánico del motor que la impulsa. El cometido principal del motorreductor consiste en compensar la velocidad y la potencia transmitidas por el motor. Un proceso complejo que dicho aparato solventa a la perfección, con las virtudes añadidas además de su ínfimo coste de mantenimiento, la fiabilidad en el cumplimiento de su tarea, la brevedad y sencillez de su proceso de instalación y el tamaño reducido de sus piezas, que lo convierten en un elemento apto para ser incorporado a prácticamente cualquier espacio disponible.

La existencia en el mercado de hasta veinte modelos distintos de motores reductores de velocidad garantizan la satisfacción de cualquier tipo de necesidad industrial del cliente. También prueba la entereza económica y la continua renovación tecnológica que convierten a este pequeño nicho comercial en una de las mayores y más agradables sorpresas del sector de la fabricación en España.

 Cámaras frigoríficas: congelando la crisis

El frío es un material imprescindible para la actividad industrial. No solo en cuanto a la conservación de alimentos en el sector de la hostelería, sino también para la condensación de materiales químicos volátiles, el atemperamiento del desgaste por fricción de los componentes de una maquinaria o la recuperación de los músculos de Cristiano Ronaldo con un equipo de crioterapia.

Desde su invención a mediados del siglo XIX –en principio tan solo con el fin de la elaboración casera de reservas de hielo-, la máquina frigorífica ha pasado a constituir un elemento imprescindible en los usos y costumbres de la sociedad contemporánea gracias a sus beneficios como herramienta de salud y ahorro de primer orden –derivados de la mejor y más prolongada conservación de alimentos perecederos-. Del mismo modo que sucede con otras industrias que fabrican objetos destinados a un uso universal y corriente, las cámaras frigoríficas poseen una demanda inelástica, es decir, sostenida en el tiempo de manera regular sin que sufra apenas fluctuaciones.

Su relevancia a nivel industrial permite a su vez la diversificación de su gama de productos, entre los que se encuentran las cámaras frigoríficas industriales, de mucho mayor volumen, las cámaras climáticas para reducir la temperatura en superficies concretas incluso con una labor de vigilancia mantenida a distancia –aquí se incluyen cámaras climáticas, cámaras de congelación, almacenes y cámaras frigoríficas, cámaras de conservación, cámaras de refrigeración, cámaras de almacenamiento, cámaras de atemperamiento, cámaras de semillas, cámaras robotizadas y cámaras con estanterías móviles-, los túneles de congelación para la rápida conservación de alimentos a gran escala, los paneles sándwich para un óptimo aislamiento térmico de una sala concreta, las enfriadoras, los compresores destinados a la industria química y farmacéutica, los condensadores para la refrigeración de material evaporado, las salas de pasteurizado característicos de la producción láctea, los túneles de cangilones reservados para distintos procesos de secado y los equipos de glaseado.

 La persistencia de lo tradicional

Hay sectores fabriles a los que no les afecta el paso del tiempo. Industrias tradicionales, existentes desde hace centurias, y que gracias a la conservación de su esencia original y de su calidad secular, consiguen mantener su volumen de negocio más próspero que nunca.

La marroquinería o artesanía del cuero, por citar alguna, es una de las señas de identidad de la cultura material española. La presencia de este arte queda atestiguado ya desde el Imperio romano, época en la cual existían en la Península Ibérica importantes enclaves de confección de prendas de cuero destinadas a abastecer a las descomunales legiones de los césares. Con la invasión musulmana y los siete siglos de dominio andalusí en la península, la artesanía del cuero en España alcanzó la categoría de arte mayor a causa de la influencia de expertos artesanos curtidores y marroquineros venidos de Arabia y el Magreb y a la buena calidad exhibida por las pieles de ganado bovino y ovino, refinadas por los cruces genéticos. Su competencia y celebridad se extenderá desde la elaboración de prendas de ropa hasta equipamientos para la montura –sillas, bridas, cinchas, estribos, fustas…-, pasando por los ornamentos elaborados con diversas facturas y técnicas de repujado. De hecho, tras la expulsión de los moriscos, población musulmana residente en territorio español después de la caída de Al Ándalus, la producción de cuero se reduce de manera ostensible en el país, si bien permanecen hasta hoy en día longevas y prestigiosas industrias como la del calzado en la zona del Levante, así como de igual modo se mantiene inalterable su presencia habitual en la moda textil debido a la comodidad, la resistencia, la adaptación al clima y la elegancia intemporal del cuero.

Las empresas fabricantes de cinturones como Vaello son la extensión de esta industria noble y milenaria. La primerísima calidad de la materia prima, la continua reinvención tecnológica de esta industria, la innovación en el diseño y el respeto por la tradición son las principales bazas a la hora de reafirmar su excelente salud financiera.

La industria cordelera es otra de estas maravillas históricas a las que se liga un inconmensurable espíritu de supervivencia. De la misma manera que sucede con sus productos, resistentes a cualquier tipo de tensión, la cordelería soporta con admirable solidez los embates de los ciclos económicos y los caprichos de las modas.

La industria cordelera, como Cuerdas Valero conserva su contacto con la tradición a través de las clásicas cuerdas trenzadas con fibras naturales. Las maromas de cáñamo, por ejemplo, están destinadas a su empleo como material constructivo en la fontanería, la aplicación de escayola o el uso en el bricolaje, al igual que como simple elemento decorativo. Los ovillos de algodón, por su parte, están indicados para tareas más finas y precisas, como el trabajo manual, la cachinería o la carnicería. El esparto aún sigue siendo un material imprescindible en la cestería.

Del mismo modo, como industria puntera en el empleo de la última tecnología y especialista en adaptarse a las nuevas formas de vida de la sociedad contemporánea, la cordelería también maneja filamentos, trenzados y cuerdas fabricados en materiales sintéticos, respaldados por una serie de propiedades físicas ideales para la satisfacción absoluta del consumidor. La poliamida, el nylon, el polietileno, el polifil y el polipropileno ofrecen distintas variaciones de elasticidad, firmeza, flexibilidad, suavidad… dependiendo de su aplicación futura. Esta casi infinita variedad les posibilita cumplir con eficacia cualquier tipo de función: sedal de pesca, cinta de persiana, correa de transmisión, soga marinera, barrera para delimitar y restringir espacios…

 La importancia de la innovación

Como demuestran las citadas muestras de fábricas en auge, el equilibrio entre tradición e innovación supone uno de los puntales fundamentales sobre los que asentar la prosperidad presente y el porvenir futuro de la empresa. Y si en el campo de la tecnología aludimos al invento más revolucionario realizado en siglos, indudablemente estamos hablando de internet. Internet equivale a la ventana donde la empresa pretende mostrarse al mundo. Que el nombre de la empresa no figure en la red, supone por tanto su no existencia. Que el nombre de una empresa no surja automáticamente entre las primeras entradas enlazadas por google o cualquier otro servidor a partir de términos relacionados con la actividad empresarial que define a la entidad, significa que tampoco nos encontramos ante una situación mucho más favorable. El posicionamiento de la empresa en internet se traduce en clientes potenciales y, por tanto, en el acceso a nuevas fronteras por superar en lo que al volumen del negocio se refiere. Para ello, es tan importante contar con un portal web diseñado al detalle -accesible, intuitiva, de fácil manejo y estética esmerada-, como prestar atención a las técnicas de posicionamiento SEO y SEM, capaces de influir en los algoritmos que ponen en marcha y determinan los resultados de los buscadores online.

El adecuado control de esta vertiente cibernética del negocio ha significado un punto de inflexión decisivo entre la desaparición y el reflote para muchas pequeñas y medianas empresas, pertenecientes a incontables y muy distintos sectores: textil de lujo para mascotas, alimentación gourmet, maquinaria para madera, residencias para la tercera edad, actividades de ocio, reservas hosteleras, avalistas de coches, centros de spa, representantes legales, centros de estética y masajes….

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